30 septiembre 2008

Cooperación y placer


Unos investigadores de la Universidad de Emory han utilizado la "resonancia magnética funcional" para ver qué áreas del cerebro se activan durante ciertas tareas mentales.
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Un grupo de voluntarios fue invitado a jugar a una versión informatizada del dilema del prisionero. Cuando los voluntarios decidían confesar (es decir, fastidiar a los demás), los patrones de activación cerebral eran los propios de la actividad del juego, la toma de decisiones, etc. Nada nuevo.
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En cambio, cuando un voluntario decidía cooperar, en su cerebro aparecían activadas cuatro zonas nuevas y muy conocidas: las implicadas en el mecanismo de recompensa, una especie de "trampa de placer" de la evolución para garantizar que nuestro comportamiento sea biológicamente sensato (comer con apetito, beber con sed, hacer el amor con ganas activan esos circuitos)
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El estudio demuestra que la cooperación social es intrínsecamente placentera para el cerebro humano, incluso cuando existen presiones racionales en sentido contrario.

15 septiembre 2008

El dilema del prisionero

Unos ladrones de joyas son localizados tras una ardua investigación. Son conducidos a comisaría y puestos en habitaciones diferentes para interrogarles. Les preguntan por el botín, todavía no localizado.
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La situación que presentan al primer ladrón es la siguiente:
- Si "canta" y su colega no, saldrá en libertad y al colega le caerán 2 años de prisión
- Si ambos confiesan les caerá un año a cada uno
- Si no confiesa ninguno de los dos, les dejarán en libertad
- Si no confiesa uno y el colega sí, éste queda en libertad y al primer ladrón le caerán 2 años de prisión.
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Al segundo ladrón, le hacen las mismas "ofertas".
Si nosotros fuéramos uno de los ladrones, ¿qué nos convendría hacer teniendo en cuenta que a nuestro colega le presentarían las mismas "ofertas" y que las decisiones hay que adoptarlas sin conocer la elección de la otra persona?
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Está claro cuál es la situación ideal (no confesar ninguno de los dos), pero ¿nos podemos fiar de nuestro cómplice?
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Este dilema se conoce como el dilema del prisionero, formulado en los años 50 por Albert Tucker, uno de los pioneros de la teoría de los juegos. Tal dilema ha dado lugar a multitud de literatura en disciplinas como la economía, la sociología, la biología, etc.
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Quizá sea debido a que la paradoja es que el resultado más frecuente en situaciones semejantes es que los dos cómplices confiesan (cada uno por miedo a que lo haga el otro), cuando es obvio que lo mejor para los dos sería que ninguno lo hiciera.
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Conclusión: muchas veces, incluso desde un punto de vista egoísta, vale más cooperar.